sábado, 16 de julio de 2011

El Soneto

El soneto

El soneto es una forma poética compuesta por catorce versos de once silabas. Los versos se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos (estrofas de 4 versos) y dos tercetos (estrofas de 3 versos). Aunque la distribución del contenido del soneto no es exacta, puede decirse que al primer cuarteto presenta el tema del soneto, y que el segundo lo amplifica o lo desarrolla. El primer terceto reflexiona sobre la idea central, o expresa algún sentimiento vinculado con el tema de los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo, en ambos casos, desatados por los versos anteriores. De esta manera, el soneto clásico presenta una introducción, un desarrollo y una conclusión en el último terceto, que de algún modo da sentido al resto del poema.
El soneto en lengua española
El primer intento documentado de adaptar el soneto a la lengua española es obra de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (1398-1458), con sus cuarenta y dos Sonetos fechos al itálico modo. Los sonetos del marqués de Santil. Desde Garcilaso hasta el modernismo, el soneto castellano tuvo una estructura fija en los ocho primeros versos (ABBA:ABBA), y más libre en los seis últimos, con las combinaciones CDE:CDE, CDE:DCE, CDC:DCD, como las más utilizadas. Otros sonetistas del siglo XVI: Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña, Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina, y muchos otros.
El soneto es cultivado por los principales poetas, como Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Calderón de la Barca, Sor Juana y Cervantes. Este último utiliza variantes, como el "soneto con estrambote" o el "soneto dialogado". Los temas del soneto son muy variados, desde el amoroso al satírico, pasando por los morales y metafísicos (en los que destacó Francisco de Quevedo). Los autores barrocos juegan con la forma del soneto, pero no lo alteran en su estructura esencial, que continúa siendo la consagrada por Garcilaso y Boscán. Un ejemplo conocido es el siguiente soneto satírico de Lope de Vega, que trata precisamente sobre la construcción de un soneto:
Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando
y aun parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando:
contad si son catorce, y está hecho.
En el período neoclásico decae el uso del soneto, aunque es cultivado por autores como José Cadalso o Meléndez Valdés, entre otros. Tampoco el Romanticismo español le presta mucha atención: en las Rimas de Bécquer, por ejemplo, se encuentra un único soneto. La principal renovación del soneto en castellano se produce a finales del siglo XIX, con el triunfo del modernismo.
En los sonetos modernistas lo más frecuente es el orden clásico de los cuartetos, pero se usaron también, por influencia del parnasianismo francés, las combinaciones ABAB:ABAB y ABBA:CDDC. En esta época aparecen varias innovaciones métricas: se utilizan versos de otras medidas, desde trisílabos hasta hexadecasílabos, aunque los más utilizados son los alejandrinos, como el conocido soneto "Caupolicán", en el libro Azul, de Rubén Darío; además, aparecen sonetos polimétricos, que emplean en el mismo poema versos de diferente medida (lo utilizó también Darío, en su soneto dedicado a Cervantes, mezcla de endecasílabos y heptasílabos; Manuel Machado lo utiliza en su soneto "Madrigal de madrigales", compuesto de versos de 7,9,11 y 14 sílabas).

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